Contiene una miríada de apelaciones y viñedos, divididos entre numerosos dueños con grados variables de competencia y experiencia.
Ha tenido una positiva explosión de calidad en los últimos 25 años.
Cuenta con una nueva generación de hombres y mujeres de talento, con deseos de compartir sus experiencias y conocimientos con sus vecinos, para poder afinar sus técnicas de viticultura, vinificación y crianza para mejorar la calidad de las botellas que producen.
Buscan una sola meta: la perfección.
Aún más, a pesar de que nadie podría llamar a los vinos de Borgoña de baratos, los precios han permanecido remarcablemente estables a pesar de la demanda que se ha mantenido en aumento.
Los precios de los vinos de Borgoña, nunca podrían ser baratos por una serie de razones, entre ellas el precio de la tierra, la pequeñísima escala de las operaciones, y la imposibilidad de elaborar vino de calidad sin reducir los rendimientos al mínimo.
Desde 1985, ha mantenido una serie de buenas a muy buenas cosechas.
A pesar de que se puede discutir que el promedio de las cosechas para los vinos blancos no ha sido tan alto como para los tintos, no han tenido un año que pueda calificarse como menor que bueno desde 1984.
Destacan las cosechas de 1985, 1988 y 1989, siendo triunfal la de 1990, repitiéndose en 1991, 1993, 1995, 1996, 1998 y brillante la de 1999. Parcialmente las de 2001, 2002 y 2004 y espectacular la 2005, manteniéndose una buena cosecha en 2006.
Aún en las cosechas menos consistentes como las de 1997, 2000 y en la cosecha de la ola de calor húmedo en 2003, hay mucho para disfrutar, y estos vinos pueden ser disfrutados más pronto, con lo que se previene el infanticidio que suele ocurrir en los mejores años.
La estructura de! comercio en Borgoña ha evolucionado considerablemente desde inicios de los 1980.
Los viticultores ahora actúan como négociants, embotellando y comercializando sus vinos, así como realizando el tendido de las viñas y la elaboración del vino.
Probablemente como forma de compensar la pérdida de tierras a medida que las mismas van cumpliendo el proceso natural de pasar de una generación a otra o a medida que los contratos de arriendo y parcería se terminan. Algunos viticultores se han establecido en pequeña escala como mercaderes que compran la fruta, el mosto o el vino terminado de otros.
Los comerciarvtes por su parte, actúan como viticultores en forma creciente. La mayoría prefiere no comprar vino terminado sino convertirse en contratistas para obtener la fruta y vinificarla ellos mismos, junto al producto de sus propiedades, que se ha ido incrementando por compras a lo largo de los años.
En los tratos con los proveedores, los négociants toman cada vez más un rol activo en los viñedos, un tipo de colaboración que anteriormente no existía.
Los viticultores y enólogos de hoy, han recibido mayormente una educación formal profesional y tienen el respaldo técnico necesario para comprender por qué hacen lo que hacen y que puede pasar si modifican sus procesos. De esta forma también están más capacitados para experimentar en búsqueda de mejoras.
Otra gran diferencia que podemos encontrar con las generaciones anteriores, es la presencia cada vez más importante de mujeres teniendo un rol activo en la elaboración de los vinos.
Una generación atrás, Borgoña pasaba por un mal período.
El exceso de fertilización en los años 1960 y 1970, la introducción de clones de alto rendimiento y baja calidad y la restricción a los vinos reforzados con vinos del sur de Francia y Algeria, llevaron a que se produjera un vino pálido, liviano, sin fruta y de poca vida.
El viñedo aún tiene debilidades en este sentido, dado que lleva tiempo y dinero replantar, y la reputación de Borgoña ha llevado tiempo en ser recuperada.
Al menos los problemas están siendo enfrentados.
Los productores entienden la importancia crucial de los rendimientos bajos, los clones se seleccionan por su calidad y no por cantidad, se toman acciones para reducir la erosión y esterilizar el viñedo contra enfermedades virales, para mejorar los drenajes y contrarrestar los efectos de los errores pasados en la fertilización y otra serie de medidas en todos los procesos que llevan a que pueda obtenerse la mejor fruta para convertirla en el mejor vino.
Complementando el nuevo conocimiento que se posee por parte de los viticultores y enólogos, con una nueva disposición mental y con nuevas técnicas, Borgoña cuenta hoy con nuevo equipamiento.
Las bodegas tienen temperaturas controladas donde es necesario, así como las cubas de fermentación.
Se encuentran todas las máquinas necesarias para reducir los esfuerzos en el viñedo y para ayudar al enólogo a controlar los procesos de elaboración.
Cada vez más las bodegas son más limpias y se han destruido los barriles infestados.
Puede existir un problema de existencia de demasiado roble nuevo, pero éste ya no es tan grave como hace unos años.
Se entiende mejor que la calidad del vino que se obtiene depende principalmente de la calidad de la fruta.
Se ve un aumento de las políticas de poca intervención, manipulando el vino en su proceso de elaboración lo mínimo necesario, para evitar arruinar lo que la calidad de la fruta permite obtener y preocupándose cada vez más por el viñedo.
Los vinos de Borgoña, a pesar de las dificultades que se vivieron una generación atrás, han mantenido una gran popularidad histórica, y ésta ha llevado a que se abusara de sus nombres en el resto del mundo.
Era frecuente encontrar nombres como Chablis o Borgoña en vinos elaborados de diversas formas en diferentes lugares. Luego de una dura batalla, actualmente estos nombres se están respetando como provenientes específicamente de Borgoña.